La necesidad de que los ciudadanos del mundo manifiesten su rechazo al genocidio que Israel está protagonizando en Gaza ha puesto en marcha el boicot a los productos israelíes o a las empresas internacionales que colaboran con su ejército o con la colonización ilegal de territorio palestino.
De ese trata el movimiento internacional BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones). En una entrevista en junio, la relatora de la ONU Francesca Albanese calficaba las acciones del movimiento BDS como “una forma ética de comportarse, que ha articulado sus demandas basándose en los derechos humanos y derecho internacional”. “Debería ser nuestra opción por defecto”, añadió.
Pues bien, si hay algo que todos los ciudadanos del mundo consumimos en alimentación y hostelería, de ahí que es bueno conocer qué empresas de ese ámbito forman parte de la complicidad israelí.
Vamos a empezar por las cadenas de comida rápida
Varias multinacionales de comida rápida han sido señaladas en distintos países por apoyar abiertamente el apartheid israelí a través de sus filiales o franquicias, o por hacer generosas donaciones al ejército de Netanyahu en pleno genocidio.
Entre ellas se encuentran McDonald’s, Burger King, Papa John’s, Pizza Hut y Domino’s Pizza.
Algunas, como McDonald’s, han negado haber tomado ninguna posición en el conflicto, y dicen que estas acciones son cosas de sus antiguos franquiciados en Israel, no una política general de la empresa.
En cualquier caso, las llamadas al boicot ya han causado importantes pérdidas a estas compañías en algunos países árabes o con un porcentaje de población musulmana importante, algo que McDonald’s, en su caso, achaca a la “desinformación”.
Seguimos con las empresas de refrescos
Coca-Cola también aparece con frecuencia en las listas negras. Según un informe de la organización WhoProfits, su franquicia israelí opera en el asentamiento ilegal de Atarot, en Jerusalén Este, y una de sus filiales, Tabor Winery, produce vinos con uva procedente de otros asentamientos en Cisjordania y los Altos del Golán, ocupados a Siria.
En un intento de mitigar los efectos del boicot en países de mayoría musulmana, Coca-Cola emitió un anuncio en Bangladesh en el que trataba de desligarse de Israel y aseguraba que incluso tenía una fábrica “en Palestina”. Tuvo que retirarlo a los tres días cuando un pequeño dato sin importancia empezó a circular por las redes sociales: la fábrica “palestina” está en manos israelíes.
Otra empresa no de refrescos pero sí de máquinas caseras para hacerlos lleva casi 15 siendo objeto de boicot: SodaStream. En 2014 la actriz Scarlett Johansson hizo un anuncio para esta marca, y se lió parda. La empresa israelí era objeto de boicot porque tenía una planta de producción en los territorios ocupados de Cisjordania.
Después del follón con el anuncio, sus acciones bajaron, y decidió cambiarla al desierto del Néguev, que es oficialmente Israel. Pero las acusaciones de discriminar a los empleados palestinos y favorecer la limpieza étnica de los beduinos que viven en esa zona continuaron.
Por eso sigue en la lista de objetivos prioritarios de boicot de las organizaciones propalestinas.
BDS también llama al boicot de los productos comestibles que procedan de Israel. ¿El motivo? “Además de alimentar la economía del apartheid israelí”, afirman, “las frutas, verduras o vinos etiquetados como ‘producto de Israel’ suelen provenir de asentamientos ilegales en tierra robada a Palestina, y muchas de las empresas que los producen son cómplices de la ocupación ilegal y el régimen de apartheid”.
Es evidente que en América Latina no necesitan importar frutas de Israel, pero sí quizá frutos secos como cacahuetes, pipas o algo muy importante, los dátiles. Los que vienen de Israel suelen llamarse medjool o jumbo, y se caracterizan por su gran tamaño. En la etiqueta se identifican como producto de Israel o “del Valle del Jordán”.
Tanto BDS como Justicia Alimentaria o la Red Solidaria Contra la Ocupación de Palestina aseguran que la mayor parte de los dátiles israelíes vienen de palmeras de los territorios ocupados, y sus beneficios sirven para financiar los asentamientos de colonos.
Economía del genocidio
Por último están los supermercados. El más importante es el francés Carrefour, que aunque no está presente en Venezuela, si existe en países importantes como Argentina y Brasil.
Desde 2022, los franceses de Carrefour tienen un acuerdo de franquicias con la empresa israelí Electra Consumer Products y su filial Yenot Bitan, que participan activamente en el desarrollo de asentamientos ilegales en los territorios de Palestina. Electra es parte del grupo Elco, una de las 158 empresas que desarrollan actividades en la Cisjordania ocupada, según el documento de las Naciones Unidas donde detallaron las 158 empresas que desarrollan actividades en la Cisjordania ocupada por Israel.
La relatora de la ONU Francesca Albanese mencionó explícitamente a Carrefour en su informe De la economía de la ocupación a la economía del genocidio como ejemplo de supermercado que “opera directamente en colonias, sosteniendo su economía, permitiendo su expansión y participando en el apartheid a través de un sistema discriminatorio de reparto”.
Las “amistades peligrosas” de Carrefour en Israel han sido expuestas en informes de distintas ONG. El último, un estudio de 80 organizaciones, entre las que se encuentra Oxfam Intermón, en el que se afirmaba lo siguiente: “Las alianzas comerciales de Carrefour apoyan directamente la economía de los asentamientos”.
Además, BDS asegura que Carrefour suministró comida y regaló packs a los soldados israelíes en la invasión de Gaza, acto “solidario” que reconoció en su cuenta local en Instagram (aunque, según explica el diario francés Libération, después cambiaron el texto y en vez de donaciones a “soldados” escribieron donaciones “al pueblo de Israel”).
Carrefour anexionando territorios
La visita de Benjamín Netanyahu a un futuro centro de Carrefour o las declaraciones públicas de cariño hacia la cadena por parte del ministro de Economía, Nir Barkat, muestran la buena sintonía del Gobierno de extrema derecha israelí con la empresa. Un pequeño apunte extra: Carrefour ha hecho publicidad de sus supermercados anexionando al mapa de Israel los territorios palestinos y sirios ocupados.
En conclusión, presionar a las empresas que colaboran directa o indirectamente con Israel o negarse a comprar los productos de ese Estado es una de las formas más efectivas de solidaridad con los palestinos. Porque el entramado económico israelí es lo que está sustentando la máquina de guerra criminal de Netanyahu y la progresiva expulsión o exterminio de los palestinos.
Recordemos que, en el pasado, este tipo de presión pacífica ayudó, por ejemplo, a que el régimen racista del apartheid se desmoronara en Sudáfrica.
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