Las políticas proteccionistas impulsadas por la administración de Donald Trump comienzan a reflejarse en uno de los principales indicadores de consumo en EEUU: el Black Friday, que este año llega con menos ofertas y un marcado desánimo comercial.
De acuerdo con un informe publicado por Bloomberg, numerosas empresas han decidido no ofrecer descuentos tradicionales, al verse afectadas por los aranceles impuestos a proveedores extranjeros, medida que ha encarecido los costos de producción y logística. Los comerciantes reconocen que mantener los precios bajos resulta “insostenible” bajo las actuales condiciones económicas que vive Estados Unidos.
Lo que el presidente estadounidense presentó como una política para “defender los empleos y la industria nacional” se ha convertido, según analistas, en un boomerang económico que golpea directamente el bolsillo de los consumidores. Las guerras comerciales iniciadas por Washington han reducido la competitividad del mercado interno y limitado el poder adquisitivo de millones de familias.
El aumento del costo de vida y la disminución del consumo masivo evidencian los efectos adversos de una estrategia que prioriza la confrontación comercial sobre la cooperación. En lugar de fortalecer la economía nacional, las medidas proteccionistas de Trump han terminado debilitando el dinamismo interno y afectando a los mismos ciudadanos que decía proteger.









